Izquierda Unida ahora también está en contra de unos juegos olímpicos en el Pirineo. Lo hemos dicho en todas y cada una de las ocasiones, y ya van unas cuantas, en las que se ha lanzado la candidatura de Jaca, igual opinamos con la candidatura de Zaragoza que iba junto a Huesca y Jaca y pretendía sumar al Principado de Andorra y no hemos cambiado de posición.
No queremos para los Pirineos, ni para ninguna otra zona, la agresión medioambiental que supone una cita olímpica para deportes de invierno. No hay más que darse una vuelta por los lugares que han sido «sedes» de grandes eventos para ver la rentabilidad social que tienen para la ciudadanía las astronómicas inversiones necesarias para la práctica de deportes claramente elitistas como son los relacionados con la nieve.
Los palacios de hielo, las pistas de bobsleigh, los trampolines para los saltos, … no sirven nada más que para los juegos. Requieren miles de millones para su construcción y equipamiento, son grandes consumidores de energía para producir el hielo y nieve necesario y tienen unos elevados costes de mantenimiento.
Ciertamente que estos eventos generan actividad económica y sustanciosos beneficios. Pero estas cosas, tenemos el último ejemplo en Zaragoza con la Expo, sirven para que se especule con el suelo, y hagan negocio las grandes constructoras y las entidades financieras. El problema es que, como ha pasado aquí con la Expo, esos miles y miles de millones los pagamos todos y todas porque no es dinero privado el que se invierte. Es dinero público el que paga la factura.
Pensamos que es profundamente perverso el sistema. Los beneficios y ganancias van, como siempre, a quienes producen empleo temporal, mal pagado, utilizan la subcontratación y cuando acaba el evento desaparecen con sus cuentas de resultados bien saneadas y en condiciones de repartir dividendos a sus accionistas. Quedan las deudas y desfases millonarios, edificios carísimos, vacíos y un coste añadido de mantenimiento o de reconstrucción para que sirvan para algo. No hay más que ver lo sucedido con la Torre del Agua, el Pabellón Puente, la escultura del Splash, el Palacio de Congresos, el Pabellón de España y todo lo que tenemos en Ranillas sin saber cuanto más nos va a costar al final. Al margen de las posibles olimpiadas tenemos, hoy en día, otros ejemplos: Motorland ya va por 70 millones y el aeropuerto de Caudé es otro pozo sin fondo.
Mientras ésto sucede el paro no deja de subir, los parados y paradas agotan su prestación sin esperanza de un empleo, las cifras de embargos por ejecución de hipotecas se multiplican por cuatro, los comedores sociales triplican el número de usuarios y ya son un 21 % las familias aragonesas que sufren la exclusión social porque ninguno de sus miembros trabaja.
Supongo que pasa exactamente igual en Barcelona y en Cataluña porque la crisis, la del año 2010, es la misma en todas partes y eso es un elemento añadido más para que, ahora, además de decir como siempre ¡¡No a unos juegos de invierno en el Pirineo¡¡, digamos que es una inaceptable frivolidad que las instituciones y administraciones públicas aragonesas y catalanas, con la complicidad del Gobierno central, se enzarzen en una absurda competición para ver quien tiene una posibilidad (que no garantía) de aspirar a que el Organismo internacional de turno se fije en su propuesta. Una propuesta que es para 2022.
La ciudadanía, especialmente la más afectada por la crisis, necesita ya, y no dentro de 12 años, programas de empleo, programas sociales e inversión productiva generadora de empleo digno y con derechos. A eso deberían dedicarse con rigor, seriedad y energía quienes tienen las responsabilidades de gobierno y no a utilizar de manera oportunista, torpe y partidaria la posibilidad de aspirar a organizar un evento deportivo dentro de 12 años.