Ahora nos sale el Ministro de Fomento, Pepiño Blanco, con que el ferrocarril normal, el de siempre, sale muy caro y hay que cerrar las líneas deficitarias. En definitiva, lo que anuncia Pepiño, es una nueva agresión al ferrocarril normal, al de siempre.
Es evidente que si se aplican criterios economicistas, que es lo que hace el PSOE, a los servicios públicos el resultado siempre será el cierre puesto que, al someterlos al mercado, se olvida la componente social que tiene la prestación pública. Esto es sencillamente impresentable. Responde a una nueva exigencia que hacen el FMI y la Unión Europea que siguen diciendo a Zapatero que tiene que recortar más.
Ahora, el Gobierno socialista, pretende que los recortes lleguen al ferrocarril con la justificación de que las líneas de ferrocarril normal actuales ‘pierden’ 150 millones de euros al año. En ningún momento se hace referencia alguna a las pérdidas reales que supondría para los ciudadanos y las comarcas afectadas esos cierres sólo justificados por razones de mercado. Sin el ferrocarril la gente tiene que recurrir a su coche particular para desplazarse y eso, en definitiva, supone cargar al bolsillo de la ciudadanía su derecho a desplazarse. Es, en el fondo, una privatización más.
Esos 150 millones anuales suponen apenas la cuarta parte de lo que gastamos en la ocupación militar de Afganistán o la mitad de lo que el Estado ingresa a la Iglesia Católica en concepto de IRPF. Sin embargo, parece que esas razones no le pueden pasar por la cabeza a un Gobierno inmerso en una negativa estrategia ‘neocon’ de desmantelamiento de los servicios públicos.
Lo grave es que nadie se responsabiliza de la la falta de planificación y visión estratégica que arrastran los sucesivos gobiernos. Ni PSOE, ni PP han sido capaces de aprovechar los años de bonanza económica para terminar la red ferroviaria convencional, modernizarla y dignificarla como sí han hecho el resto de los países europeos. No han sido capaces, ni siquiera de extender el ancho internacional a toda la red existente para superar el reduccionismo franquista y conseguir un ferrocarril moderno, seguro, ecológico y vertebrador del territorio, los sucesivos gobiernos del PP y PSOE optaron por dedicar miles de millones a una red de Alta Velocidad que, rozando el absurdo, se realiza paralela a las líneas ya existentes.
Es patético, o cuando menos lamentable, que José Blanco se dé cuenta ahora, en plena crisis económica, de lo caro que resulta todo esto y que, por el contrario, sólo se le ocurra la fórmula de cerrar vías y suprimir servicios porque son deficitarios. Quizás debería dar cumplida información pública de lo que cuesta mantener cada kilómetro de vía de AVE -10 veces más que uno de vía normal-, explicar que la Alta Velocidad apenas cubre gastos pero no amortiza las millonarias inversiones y renunciar a seguir con el desarrollo de nuevas líneas del elitista e insostenible AVE.
En definitiva, estamos ante un nuevo recorte, ante una nueva agresión a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Desmantelar el ferrocarril convencional en vez de potenciarlo es una apuesta por la insostenibilidad y un auténtico despropósito.