Es una de las afirmaciones más corrientes de toda esta gente que, en cualquier elección, no participa. Lo suelen acompañar de aquello del «todos son iguales» y de alguna cosa más despectiva hacia lo que denominan «clase política».
Las encuestas y los estudios sociológicos nos dicen que la tendencia a no votar es mayor entre la gente más joven. También señalan que aumenta el porcentaje de quienes, si votan, lo harán en blanco o de manera que su voto resulte nulo. Hay, incluso, quienes piden los votos para, en el caso de obtener algún escaño, no participar y dejarlo vacío.
Una primera cuestión a destacar, porque no me cansaré de decirlo nunca, es esa falacia, extendida y difundida por la derecha más rancia y casposa, del «todos son iguales».
Pues nada, decidan si su cabeza es de las de ese grupo que Machado, en uno de sus proverbios, dice que embisten o es la que piensa. Piensen, y contesten, si es igual un machista empedernido que alguien que defiende la igualdad real, o piensen, y contesten, si es igual alguien que quiere poner un impuesto a la banca que alguien que se lo quita, o piensen, y contesten, si es igual quien revaloriza las pensiones que quien vota en contra, por poner algunos ejemplos.
Luego viene esa segunda versión del «todos iguales», justificativa del «no sirve de nada votar» que es el bulo de la «clase política». No entraré, aquí y ahora, en la definición de clase que hace Karl Marx, pero comparto, como establece el marxismo, que la sociedad está organizada en dos clases antagónicas. La clase burguesa, dueña de los medios de producción y el proletariado que tan solo tiene su fuerza de trabajo. Ese antagonismo se concreta en la lucha de clases que sigue dándose en esta sociedad capitalista. La gente que integra una clase tiene unos intereses comunes. Es evidente que los/as políticos/as no tienen un interés común y, por consiguiente, no forman una clase. Vuelvan al párrafo anterior, piensen, y contesten, si tienen algún interés en común en los ejemplos citados.
Luego viene aquello del «¿pá que votar?» consecuencia práctica de lo anterior. Bueno pues Machado ya nos lo avisó. «Haced política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y probablemente contra vosotros», decía.
Dicho esto, también conviene recordar lo que, a través de sus apócrifo Juan de Mairena, nos señalaba D.Antonio: «La política, señores, es una actividad importantísima. Yo nunca os aconsejaré el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala que hacen los trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes».
Para desgracia nuestra no han perdido vigencia estas afirmaciones machadianas. Lo triste, y preocupante, es que llegan a las instituciones, con el voto ciudadano, un buen número de «trepadores» y «cucañistas»
Bueno será que empecemos a explicar que no hay «clase política», sino política de varias clases (de derecha, de izquierdas, conservadora, reaccionaria,…) y, de paso, dejemos claro que, en la política, en vez de clase, hay gentes con muy poca clase.
Feliz domingo, y no nos olvidemos de Palestina
