Sí, nadie lo dice, ningún periódico, ni ninguna radio, ni ningún/a tertuliano/a, le dedica el más mínimo espacio, pero hoy, 20 de Febrero, es el Día Internacional de la Justicia Social.
No dicen nada porque hoy es un día más de esos en los que el cinismo internacional es impresentable.
En 2007, la Asamblea General de la ONU, con grandes fastos, trompetas y alharacas, proclamó los principios fundamentales para alcanzar la Justicia Social en el mundo. Todos los países la aceptaron y se comprometieron a desarrollarlo.
Según vemos en los documentos de la ONU aprobados la Justicia Social obliga a un reparto equitativo de los bienes sociales. En una sociedad con justicia social, los derechos humanos son respetados y las clases sociales más desfavorecidas cuentan con oportunidades de desarrollo.
La justicia social, para que sea algo más que una grandilocuente declaración, necesita el compromiso del Estado para compensar las desigualdades que provocan el mercado y otras cuestiones propias de la globalización y del capitalismo. Se supone que quienes firman el compromiso deben propiciar las condiciones para que toda la sociedad pueda desarrollarse en términos económicos y sociales. Esto quiere decir, en otras palabras, que no deberían existir unos pocos multimillonarios y una gran masa de pobres pero la realidad es la que conocemos.
Es resultado de como entienden la justicia social. La derecha, aunque parezca moderna, de nuevo cuño y cambie el azul por el naranja, defiende a ultranza el liberalismo y por eso sostiene, y así lo aplica, que la justicia social está vinculada a la generación de oportunidades y a la protección de las iniciativas privadas. El estado no debe intervenir en la economía. El sector público debe ser algo marginal.
La izquierda, el socialismo, el de verdad, defiende la intervención del estado para lograr la justicia social. La izquierda señala que hay márgenes de beneficios inmorales en medio de sociedades empobrecidas y busca redistribuir la riqueza, combatir el lucro desmedido, a través de impuestos, tasas u otras medidas.
Hoy, el cinismo y la doble moral internacional, nos dan una razón más para seguir defendiendo la Justicia Social, la redistribución de la riqueza, la igualdad de oportunidades, el trabajo digno, la educación, la sanidad, la igualdad real entre hombres y mujeres, los derechos sociales, un mundo respirable. Hoy tenemos una razón más para defender el desarrollo equilibrado y sostenible y la dignidad humana. Hoy, trabajadores y trabajadoras, tenemos miles de razones más para exigir empleo digno, protección social, y los principios y derechos fundamentales en el trabajo.
No debemos asumir que la partida está decidida. No debemos aceptar que ganen las negras