Lamentable, bochornoso e indecente espectáculo el que dio la “leal” oposición ayer en el Congreso. Por si había alguna duda ayer demostraron, con cámaras y taquígrafos/as, lo mezquina y rastrera de su posición intentando aprovechar el drama colectivo que vivimos todos y todas con esta que nos ha caído encima.
No merecen más comentario tan ruines posiciones. Sí que escribo sobre pactos. Ayer, como lo venimos oyendo durante la última semana, Pedro Sánchez insistió en reclamar un gran acuerdo, un pacto, y recurrió al ejemplo de los que se firmaron en 1977, a los Pactos de la Moncloa. Vaya por delante que soy total y absolutamente partidario del acuerdo. Pero aporto una reflexión, un recordatorio más bien.
Recuerdo aquellos tiempos. 1977, Octubre, no teníamos todavía la Constitución. Aquellos pactos aportaron indudables mejoras. Trajeron el derecho de reunión y manifestación, la libertad de expresión, la pluralidad de la prensa, la desaparición de la censura, quitaron del código penal el adulterio y el amancebamiento, legalizaron los anticonceptivos… Ciertamente, muchas de las luchas y reivindicaciones contra el franquismo, mantenidas en años de lucha clandestina, de huelgas políticas y de jugársela en manifestaciones, asambleas y movilización ciudadana, quedaron recogidas. Era tanta la necesidad de libertad, de derechos, que aquello se vivió como una salida de la noche negra, como una llegada de la democracia. Aquellos años nuestra lucha era clara, Libertad y Amnistía. La Amnistía nos dicen que había llegado gracias a la Ley de 1977, de unos días antes de la firma de los pactos. Cierto que esa ley sacó a la calla a las gentes de izquierda que estaban presos y presas por sus ideales, por su convicción democrática, por su oposición al régimen franquista. Pero esa ley también aseguró la impunidad del franquismo que aún sigue vigente. La libertad, pues bueno, que quieren que les diga, aún tenemos la Ley Mordaza vigente, pero ciertamente, llegaron libertades muy queridas con aquellos pactos que, como salíamos de una dictadura fascista, eran muy importantes y reivindicados.
Pero los Pactos de la Moncloa, además de esta vertiente política, tenían un fuerte componente económico.
Los Pactos de La Moncloa, por eso, porque hubo dos, se pone el plural, incluían dos acuerdos, uno, económico y otro, político. Del político ya he hablado. El político es el que más se conoce, el que más se recuerda, y se habla de este acuerdo porque es el que se toma como referencia para sacralizar esa «modélica» transición que siempre se invoca.
La vertiente económica tenía una serie de medidas de ajuste para estabilizar una economía muy dañada por el impacto de la crisis del petróleo (los amigos saudíes habían hecho de las suyas). El paro había crecido en un millón de personas, la inflación interanual superó el 30% y la peseta había tenido que ser devaluada en julio.
El peso del ajuste, como ahora, y como siempre, cayó sobre la gente trabajadora. El Pacto económico reguló, impuso, que la revisión salarial fuese en función de la inflación prevista (no de la pasada), para 1978 se fijó en el 22 %. Esto significaba perder de hecho la recuperación de la pérdida de poder adquisitivo, vamos lo mismo que hemos vivido en la última crisis. Pero, además, el Pacto establecía, por primera vez, la posibilidad de la contratación temporal y el despido libre (aunque solo podía aplicarse al 5 % de la plantilla). La parte económica del Pacto de la Moncloa abrió la puerta al liberalismo. Impuso el modelo liberal. Y lo hizo en nuestro mercado laboral que, como consecuencia del franquismo no tenía consolidados los derechos laborales y sociales, ni contaba con unas organizaciones sindicales organizadas porque salían de la clandestinidad, el modelo liberal.
Ya se que aquellos pactos, con mucho debate interno, los firmó la izquierda. No entro a juzgar esa decisión porque no es el momento, ni voy a caer en lo que tanto critico del “había que…”. Se firmaron y, como militante de la izquierda, asumo la historia. Me limito a recordar, ahora que tanto se habla de los Pactos de la Moncloa, lo que fueron porque, lamentable y desgraciadamente, este país tiene muy mala memoria.
Por cierto. Conviene recordar que el acuerdo político, el que abría la puerta a las libertades democráticas NO lo firmó la Alianza Popular de Manuel Fraga (ancestros de la derecha más rancia y casposa actual) que, sin embargo, SI firmó el económico. Saquen sus conclusiones.
Está claro, para salir de esta, necesitamos un pacto. Por las intervenciones de ayer me da que la derecha, la ultra y la más ultra, no quieren saber nada que no sea desgastar y hundir al Gobierno. No soportan que haya ministros/as de Unidas Podemos. No quieren pacto alguno que no responda a sus rastreros intereses.
Pero necesitamos un acuerdo. Dicho esto creo que debe ser muy diferente del que se firmó en 1977. A pesar de que es manifiestamente mejorable, estamos en una democracia y no hay que salir de un régimen fascista que estuvo fusilando y asesinando gente hasta 1975.
No creo que sea el momento de plantear un pacto para salvar al sistema, para volver a las políticas que nos han llevado a la recesión, al desempleo y al desmantelamiento de los servicios públicos. Nos la estamos jugando. Hay que “acordar” una salida de la crisis basada en la creación de empleo digno, en los derechos sociales, en los servicios públicos, en la Reforma Fiscal necesaria para asegurar el estado social de derecho, en la recuperación del control, del estado de sectores económicos e industriales estratégicos, en la defensa de la Democracia.
Este es el pacto que necesitamos y no reeditar los Pactos de la Moncloa que, como siempre, descargaron el peso de la salida de la crisis en las espaldas de trabajadores y trabajadoras.
Imagen para el recuerdo.