“Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime”. Bertol Brecht
Tenemos el Río Ebro con agua. Con bastante agua. Agua que reclamábamos hace apenas unas semanas porque había sequía. El Ebro ha hecho lo que hacen todos los ríos. Recordar que tiene, que necesita, un cauce por el que discurrir.
Ese cauce no puede ser invadido. No puede ser ocupado por urbanizaciones, ni puede ser convertido en un basurero, ni puede ser alterado por aprovechamientos económicos.
Si esas cosas se hacen, el río, un día, recupera su espacio. Lamentablemente hay demasiados ejemplos, con vidas y dramas humanos incluidos, que demuestran que ésto es así.
Ya estamos oyendo, como siempre que el Ebro hace lo que suele hacer un río cuando recibe aportes de agua, que hay que dragarlo, que hay que “encauzarlo” con motas y defensas.
Por eso recuerdo la frase de Brecht. Llamamos violento al río pero agredimos a los ríos cotidianamente.
No hablo aquí de embalses ni pantanos que, en el marco de una política hidráulica necesariamente regulada, hay. Tampoco hablo de esas infraestructruras para la gestión del agua en todo su ciclo. Ese es un debate, intenso debate, en el que se ha llegado a un acuerdo sobre las obras e infraestructuras necesarias. Ni tampoco digo que no se haga ninguna mota o defensa porque puede que alguna sea necesaria.
Hablo de lo que, más allá del peaje que los ríos pagan a la actividad humana, se quiere hacer cuando, a pesar de estar regulados, aumenta su caudal.
Creo que, cuando llega una situación de crecida, no se tiene en cuenta que el cauce natural de una corriente continua o discontinua es el terreno cubierto por las aguas en las máximas crecidas ordinarias. El cauce, el territorio propio del río, no es el de cuando menos agua lleva, sino que es el que necesita para momentos como el que vivimos hoy. Tenemos una crecida ordinaria.
No se tiene en cuenta, tampoco, que además del cauce (recuerdo el que necesita para cuando lleva caudal) hay otra zona de 100 metros en cada orilla a contar desde el cauce, que es la zona de policía. Esta zona tiene condicionados sus usos ya que es otro elemento de seguridad para el caso de que se produzcan crecidas que sobrepasen el cauce (crecidas extraordinarias).
Los problemas, que no niego, que acarrean estas crecidas ordinarias pueden resolverse sin necesidad de agredir más al río. Esas soluciones se encuentran en el urbanismo respetuoso con la norma y el río, con la regulación adecuada de las zonas inundables, con los sistemas claros, rápidos e inmediatos de compensaciones por daños que produzcan las avenidas, con un adecuado sistema de seguros,… Son medidas más eficaces que los dragados (el río tiene su propia dinámica) o que las motas y defensas (encajonan el cauce y llevan el problema aguas abajo).