Hoy veremos toda una corte de corifeos y corifeas cantar alabanzas de Europa. Lo harán con una inaudita de hipocresía, con proclamas institucionales que, en ningún caso, hablarán de la realidad de esta Europa que, lejos de ser la Europa Social que queríamos en los 80, es la Europa de los mercados y los bancos.
Es una realidad evidente, e indiscutible, que no hay integración en esta Europa de dos velocidades que hace que la brecha social entre países, entre el norte y el sur, sobre todo, se agrande.
Es otra realidad, también evidente e indiscutible, que esta Europa ha sustituido a los Gobiernos y Constituciones de los Estados que la forman por libros contables que anteponen los dígitos a los derechos sociales y laborales.
En esta Europa gobierna la impunidad de los mercados y los mercaderes. Por eso firman tratados indecentes como el CETA y el TTIP que van a joder aún más la vida a la gente trabajadora para mayor gloria del capitalismo que, en definitiva, es quien gobierna.
Saben, bien lo saben, que el negocio está por encima de los derechos sociales y laborales.
Es, lamentable y desgraciadamente, también evidente que esta Europa fortaleza no es la Europa de acogida a quienes huyen del infierno en el que el capitalismo y las guerras imperialistas han convertido sus vidas.
Otra evidencia es el ascenso del fascismo que, alimentado por el neoliberalismo y los recortes salvajes y aprovechándose del desamparo en el queda la gente marginada y excluida por el sistema, sigue consolidándose en Europa.
Pues hoy, Día de Europa, intentarán convencernos que este es el camino, que esta Europa es lo mejor que nos puede pasar. Seguirán con el cinismo de decirnos que esta Europa dirigida por la troika, a pesar del incremento del paro, a pesar de esa legión de trabajadores/as pobres, a pesar del incremento de la pobreza, aunque cerremos la puerta y abandonemos a las personas refugiadas, es el proyecto que debe seguir adelante.
Me acuerdo, además de años tengo memoria, de como nos quedamos solos oponiéndonos a Maastrich. Incluso en nuestra casa, los chicos y chicas de la Nueva Izquierda, antes de irse al PSOE, nos la montaron.
Estábamos a finales de los 80 (Maastrich se firmó en 1992) y decíamos que era una locura, que era un disparate, ir a un sistema de moneda única sin una fiscalidad, sin una legislación laboral y sin una seguridad social común.
Dijimos que se abría la puerta al paro, a la precariedad, a la desigualdad porque no había integración. Hoy, como en tantas ocasiones, somos aquellos y aquellas del «ya lo dijimos».
Ya me fastidia saber, hoy, 25 años después, que teníamos razón, que lo vimos venir, pero nos llamaron locos y antieuropeos.
Lo dicho, nada que celebrar. Lo que no pierdo es la esperanza de que algún día, la izquierda reorganizada sea capaz de dar la vuelta a la situación y hacer, como queríamos, la Europa Social que necesitamos