Ya estamos en el 2-O y ya vemos que estos dos incapaces siguen soltando testosterona en vez de sentido común. La sueltan porque les va bien, porque siguen cultivando su cortijo y su granero de votos.
El uno, además, con toda la capacidad «constitucional» y «legal» para imponer la razón de estado, la ley y el orden y el respeto a la constitución a base de porrazos, balas de goma, gases lacrimógenos y cargas salvajes contra ciudadanos/as indefensos/as.
Se lo han montado de tal forma que han conseguido que el «principal problema de este país sea lo que han montado en Cataluña». Ya no es el paro, ni la corrupción, ni la pobreza, ni los políticos. No, ya no. El «grave problema» es la unidad de España.
Ya se oye, y lee, en la prensa y tertulias de orden, la necesidad de convocar elecciones. Muchos y muchas acaban de descubrir la incapacidad política de Rajoy y de Puigdemont y ya claman por unas elecciones. Elecciones que estos embaucadores ganarán de calle porque han conseguido, con la inestimable ayuda mediática, tertuliana y comunicativa, aparecer como defensor de la Ley y el Orden Constitucional el uno y como defensor de la independencia y el derecho a decidir el otro.
No plantearán unas elecciones en clave de resolver la crisis económica, de acabar con la corrupción, de crear empleo digno y con derechos, de acabar con la pobreza, de asegurar la educación y la sanidad pública, de dotar a este país de una fiscalidad más justa y redistributiva. No, las plantearán en esa clave emocional que es la identidad nacional y la bandera. Y en esa clave estos dos incapaces embaucadores saldrán reforzados.
Por eso siguen, siguen como dos gallos, juegan al «mantenella y no enmendalla», mantienen esa tozudez que enmascara su supina incapacidad política.
Importa muy poco que, al final, las cargas policiales y los porrazos las sufran los de siempre. Importa, muy poco, que se esté normalizando el fascismo (¿se dan cuenta estos y estas españoles/as que están acudiendo a manifestaciones de la ultraderecha fascista?) en nuestras calles y plazas. Importa, muy poco, que el ideario colectivo asuma que la ley se impone a estacazos. Que asuma que las leyes son inamovibles y se cumplen sin discusión.
Una vergonzosa pena. Hace tiempo que debió abrirse una negociación, no hay otro camino. El problema es que estos dos incapaces embaucadores han perdido toda legitimidad. Eso ¿se resuelve con unas elecciones?, no necesariamente. Sin negar la responsabilidad que ambos tienen, es mayor la de quien la tiene mayor. Al Sr.Rajoy se le puede quitar de ahí sin unas elecciones. Hay capacidad suficiente para echarle, a él y al corrupto PP, del Gobierno. La misma mayoría que se negó a apoyar la «mano de hierro» que Rajoy quería aplicar puede sacarle de la Moncloa, pero mucho me temo que el PSOE no está por la labor.
Se resolvería mucho mejor, y de una manera definitiva, si se aceptara que la Constitución del 78 y del régimen que salió de ella, ya no valen, que hay que cambiarla, hay que ir a un nuevo proceso constituyente en el que se recoja, como así dice la carta de derechos de la propia ONU, el derecho a decidir.
Pero parece que tampoco es el caso, aquí también aparece ese tozudo «mantenella y no enmendalla», a todo tirar un ligero cambio cosmético. Así que, mientras tanto, cuando todo el mundo, Europa incluida, hace un llamamiento claro al diálogo y la negociación, tenemos a estos dos incapaces, fracasados, quemados, apostando a ver quien la echa más gorda.