Encajado el golpe llega el momento de intentar saber que ha pasado. Creo que los datos del escrutinio reflejan claramente la posición de quienes han votado y creo que responden a la realidad electoral y social que se da entre nosotros y nosotras.
Se ha roto el bipartidismo, por eso hay 4/5 partidos que tienen posibilidades de gobierno, pero siempre, no se olviden, en coalición. Ya no hay mayorías absolutas. Sobre esto volveré otro día.
Hoy me voy a centrar en lo que, de verdad, me preocupa. Es ese 41 % de gente que, teniendo derecho al voto, se ha quedado en casa, no se ha sentido interpelada, ha demostrado esa indiferencia hacia lo que se juega en una elecciones.
No vale, y espero que la izquierda no lo haga, sentirse víctimas de la desinformación, de las tertulias, de los medios de comunicación vendidos. No vale invocar que somos víctimas del sistema y de su maquinaria de poder. Espero, también, que no le eche la culpa al PSOE, sin negar que parte de responsabilidad también tiene.
Espero, una vez asumida la hostia, que haya un análisis serio, riguroso, objetivo y sincero y la izquierda llegue a la conclusión de que también tenemos responsabilidad en lo sucedido.
Si hacemos eso puede que podamos arreglar el desaguisado. Pero eso empieza por asumir que tenemos mucha, demasiada diría yo, culpa de que ese 41 % se haya quedado en casa.
La gente que vota a la derecha, como bien sabemos y esta vez, aunque iba dividida, ha vuelto a pasar, va siempre a votar. Es la gente que vota a la izquierda y a la socialdemocracia la que mayoritariamente se abstiene.
No veo, de momento, ningún discurso de autocrítica en nuestros líderes. Hablan de que es el momento de reflexionar, de demostrar la unidad, del frente unido contra el fascismo,… claro que estoy de acuerdo en ello, pero necesitamos que sea creíble y hoy, desgraciadamente, no lo es.
Han sido años, especialmente los últimos, de abandono total de un discurso político sólido. Se ha sustituido por la emisión de un tw, la búsqueda de un titular o las apariciones en tertulias.
Se ha perdido, o cuando menos abandonado, un elemento vital para la izquierda como es el rigor y la seriedad institucional aunque se acompañara en la calle a la ciudadanía. Se ha sustituido por practicar, en demasiadas ocasiones, la mediocridad, la sobreactuación o por la búsqueda del lucimiento personal.
En las organizaciones de la izquierda, también en la mía para que nadie diga que escurro el bulto, se vuelven a dar las peores prácticas. Se fomenta el liderazgo individual frente a lo colectivo. Con eso se dificulta la existencia de algo muy valioso para la izquierda como es el referente colectivo.
Esas prácticas auyentan a la militancia, cercenan la participación y la elaboración colectiva y dejan a la masa, a la clase obrera, sin espacios de referencia para esa lucha de clases, que es permanente, y que siempre deberíamos mantener.
Se gastan muchas, demasiadas energías, en la pelea por las listas, por los sillones.
Llevamos tiempo, demasiado, sin propuestas claras y coherentes, sin reflexión. Recurrimos a sloganes y a frases hechas. Somos víctimas del día a día y entramos a la agenda que nos marca el sistema que está muy alejada de las necesidades y sensaciones de la ciudadanía.
Lo cierto es que nos han pegado un buen palo. Yo no me extraño, como hacen algunos y algunas, de que el fascismo tenga votos. Siempre los ha tenido, como siempre hay quienes votan con la víscera y no con el cerebro y, además, tienen el terreno abonado.
Lo que me preocupa es ese 41 % de indiferentes, o desmotivados/as, o desafectados/as, y ahí también tiene responsabilidades la izquierda. Si ellos/as hubieran ido a votar estaríamos hablando de otros resultados.
Y no estoy, ni mucho menos, responsabilizando del resultado a quienes no votaron. Estoy responsabilizando a la izquierda de haber dejado por el camino a ese 41 %.
Espero, y deseo, que la izquierda sea capaz de analizar, de asumir errores y de rectificar, porque el fascismo ha venido para quedarse y solo podremos hacerle frente con una izquierda sólida, unida y capaz de presentar una alternativa alcanzable y coherente.
No pararemos el fascismo, ni defenderemos derechos y libertades a golpe de tw y participando en tertulias.