En estos días es muy recurrente hablar del espectáculo que, cada miércoles, se vive en el Congreso de los Diputados y Diputadas. Editoriales, titulares, tertulias, panfletos, las redes sociales,…. todo está lleno de referencias y comentarios al «bochornoso espectáculo que dan los políticos», de ahí se salta al «todos iguales» y de ahí se alimenta una de las bichas que siempre han alimentado los populismos y la extrema derecha. Se trata de desacreditar la política y a quienes trabajan en la política.
Ya lo decía Franco «haga como yo y no se meta en política». Esa frase representaba la «no política» que practicaba el régimen. Así estuvieron 40 años «adoctrinando» a españolitos y españolitas de que no hacía falta la política, que la política solo traía disgustos, como les pasaba a los/as rojos/as, y a quienes protestaban, y a quienes hacían huelgas. No hacia falta la política, decían, porque ya tenemos un Generalísimo, un líder, un padre de la patria, que se preocupa por todo.
Esta «no política» era una táctica goebeliana. El supuesto «apoliticismo» franquista era la forma de hacer la política que al fascismo, y a las clases dirigentes, les interesaba. A base de la «no política» se impuso la política que impedía la participación política, pero al mismo tiempo la ciudadana, en los asuntos públicos. Todo estaba atado y bien atado.
Yo creo que este país todavía arrastra esta consecuencia del franquismo. Todavía es frecuente oir eso de «soy apolítico/a», «no me hables de política» y empieza a instalarse eso de «fuera políticos/as y que vengan burócratas».
Ahora, con ese circo semanal que las derechas (la ultra y la más ultra) montan en el Congreso, repunta el interés por desprestigiar la política y a los/as políticos/as.
Se practica una injusta equidistancia. Se trata a todos/as por igual. No se dice, con nombre y apellidos, quien hace el payaso, quien insulta, quien utiliza su acta para vomitar mentiras, quien alborota y quien denigra la política.
La bronca, el espectáculo bochornoso, lo dan algunos y algunas, a pesar de sus master y de sus títulos nobiliarios.
Cada vez que se generaliza y se habla de la «vergüenza de políticos que tenemos» se le está haciendo un favor a toda esta gentuza que se mueve bien en el barro, que le importa un pimiento la salud pública y el interés general y que busca, ya que no tiene argumentos, conseguir con bronca, repartiendo mierda, bulos y mentiras, lo que no consiguió en las urnas.