

El diccionario nos dice que esta palabra puede significar suerte, ya saben lo de la buena ventura, pero también riesgo o peligro.
Esta es la segunda acepción que corresponde a la Sra. Ventura, Consejera de Sanidad del Gobierno de Aragón que, para quien no lo recuerde, no es de la derecha aunque esté enquistado el PAR. El Gobierno de Aragón lo preside un socialista de pro, como es el Sr.Lambán y tiene como socios, además del PAR a CHA y Podemos (¿alguna opinión sobre esto?). Un Sr. Lambán, por cierto, que ya quería ponernos en la fase II, y tiene al frente de la sanidad aragonesa a quien, por lo que hemos visto, no está a la altura de las circunstancias.
Digo y afirmo que la Sra., Ventura es un riesgo y un peligro para la sanidad pública aragonesa, para el conjunto del personal sanitario (no solo para los/as médicos), y para la ciudadanía aragonesa.
Tan solo una persona irresponsable, por no emplear otros epítetos que me vienen a la cabeza pero que, por aquello de la educación, reprimo es capaz de cambiar el abandono total que sufrió el personal sanitario en los primeros días de la epidemia del COVID 19 por un «se sintieron estimulados». El personal sanitario, a lo que se ve, infinitamente más responsable que la Consejera hizo su trabajo buscándose la vida e improvisando los equipos de protección individual que el SALUD no tenía. Eso es lo que la propia Sra. Ventura reconoce, cuando afirma que «se les dejó estimularse para que fabricasen sus propios equipos». Está afirmando, como se había denunciado por activa y por pasiva, que no existían las medidas de protección necesarias.
Lo inaudito, lo indecente, lo que incapacita a la Sra. Ventura para seguir al frente de la sanidad aragonesa, es considerar la falta de previsión y responsabilidad para con el personal sanitario, un estímulo para ellos y ellas. Una persona seria habría reconocido el fallo en vez de decir una gilipollez.
Seguro que nuestra Consejera de Sanidad no se ha enterado del estrés, de la ansiedad, del miedo que sufren y padecen quienes, en esta situación de crisis, de emergencia, de pandemia, de saber que muere gente cada día, han trabajado (y trabajan) sin las herramientas y equipos necesarios, han asumido su responsabilidad y han antepuesto el cuidado y atención de la persona enferma a su propia seguridad.
La Consejera de Sanidad frivoliza con la angustia, y el miedo, que el personal sanitario siente, a diario, cuando sale de casa y va a trabajar. Porque le preocupa, y asusta, coger el maldito virus y no poder seguir trabajando cuando sabe que hace falta, porque le preocupa, y asusta, coger el virus y llevarlo al autobús, a quienes, como ellos y ellas, van diariamente a trabajar. Porque le preocupa, y asusta, coger el virus y llevarlo a su casa, a su gente, a su compañero o compañera, a sus hijos o hijas.
El personal sanitario, y aquí hablo de todo el personal, del de limpieza, cocinas, lavandería, auxiliares, celadores/as, enfermeras/as, 061, atención primaria y médicos (ya vale de referenciar solo con médicos, ya vale de ese clasismo que se fija solo en la clase más alta de la pirámide) se la ha jugado y se la juega. Saben perfectamente el riesgo de trabajar con las personas contagiadas sin protección suficiente, y lo han hecho a pesar de dirigentes como la Sra. Ventura que no saben que el personal sanitario se merece un respeto, que tiene derecho, como todo el mundo, a trabajar en condiciones que protejan su salud y seguridad.
No vale esa formación judeo cristiana del pecado y del perdón. Ventura ha cometido un error, y ese error se resuelve con la dimisión, no con un acto tardío de contrición.
No puede seguir siendo la máxima responsable de la sanidad aragonesa quien no asume y reconoce errores.
Empieza a instalarse en el imaginario colectivo esa cosa que llaman “nueva normalidad”. Hasta el Gobierno ha anunciado, y colgado en su página web, un “plan para la transición a una nueva normalidad”.
Hablemos claro. “Nuevo” y “Normal” son proposiciones enfrentadas. Nuevo, adjetivo procedente de la palabra latina “novus”. Se aplica a lo recién hecho, a lo que se conoce por primera vez o a algo diferente a lo que había. Puede, también, aplicarse a algo que se añade a lo ya sabido, incluso, puede definirse como nuevo algo que se ha renovado por completo.
Normal, también adjetivo, proviene del término latino “normalis”. Se refiere a todo aquello que actúa ajustándose a una regla o a un modelo establecidos. También puede aplicarse a lo que es natural.
Por el significado de las dos palabras, es imposible hablar de una “nueva normalidad”.
En estos días de confinamiento no he dejado de pensar en la relación de esta pandemia, y de las que nos quedan por vivir, con la globalización, con el capitalismo y con el desastre ambiental que sufre el planeta.
El modelo capitalista, explotador de seres humanos y recursos naturales, ha antepuesto el mercado a todo lo demás y por eso ha desmantelado una buena parte de los servicios públicos y los ha convertido, gracias a las privatizaciones, en objeto de negocio. Ya hemos visto como estaba la sanidad pública, la única que ha dado la respuesta y ya hemos visto el mercadeo especulativo con el material sanitario.
La globalización hace que el virus se extienda por tierra mar y aire a través de un sistema económico que trafica con lo que fabrica en donde menores son los costes salariales. La globalización obliga a miles y miles de desplazamientos diarios, sin contar los millones de turistas. Los datos demuestran que la hipermovilidad ha sido responsable de la rápida extensión del virus a todo el mundo.
Hoy ya sabemos, aunque fauna como empresarios/as, banqueros/as y especuladores/as lo nieguen, que las enfermedades infecciosas se ven favorecidas por el cambio climático, que la destrucción de masas forestales y la pérdida de biodiversidad, dificultan el escudo natural contra las infecciones. El cambio climático, con inviernos más suaves y más cortos los aprovechan perfectamente los virus que están activos más épocas del año.
Es el momento de exigir algo nuevo y reclamar políticas fiscales redistributivas de la riqueza, de recuperar la soberanía industrial y productiva para quitársela a los mercados, de recuperar y potenciar los servicios públicos, de sustituir el empleo basura por otro digno y con derechos, de acabar con el patriarcado ramplón, de implantar programas serios de decrecimiento, de irnos a un modelo energético limpio y no contaminante, de cambiar el individualismo competitivo por la comunidad solidaria.
No podemos volver a una “nueva normalidad”. No podemos volver a un sistema económico, social y ambiental en manos de las multinacionales, de los fondos buitres y de los bancos centrales.
Aquí, a estas alturas, sorprende muy mucho que haya tanta gente lista, presidentes autonómicos como Lambán incluidos/as, que no entiendan que al COVID 19, que aún está rondando por aquí, tan solo se le puede ganar cuando haya una vacuna (y no la habrá hasta finales de año como poco) y que, mientras esta llega, lo único que ha funcionado ha sido el confinamiento y la restricción de movimientos.
¿Sabían Vds, por ejemplo, que los astronautas que pisaron la luna, al volver de su misión, pasaron una cuarentena para asegurarse de que no traían ningún pasajero extraño?.
Todas las sondas y materiales que regresan de misiones espaciales, por lo mismo, por prevención, son confinados y sometidos a una cuarentena.
Esta fórmula, insisto mientras no hay vacuna, es la única que consigue detener la pandemia, aunque no erradica el virus. Y lo digo no por ser epidemiólogo, ni se me ocurre la osadía, si no por haber estudiado datos fiables y contrastados, haber visto lo sucedido con todas y cada una de las pandemias que a lo largo de la historia hemos sufrido y por leer y escuchar lo que dicen, y alertan, contrastados/as epidemiólogos/as reconocidos/as y personalidades, también reconocidas, del ámbito sanitario.
Pues nada, aunque el estado de alarma decretado ha demostrado su eficacia en el control de la pandemia, no hay más que voces contrarias a mantenerlo a pesar de que se ha entrado en fase de desescalada.
Básicamente, quienes se oponen, argumentan la defensa de los derechos de la ciudadanía y de ahí saltan a pedir libertad de movimientos y circulación, apertura de negocios y comercios y reanudar la actividad productiva como si la cosa ya hubiera pasado. Interesa el €, lo del riesgo de trabajadores y trabajadoras, lo del riesgo de repunte de la pandemia,… son minucias secundarias.
Desgraciada, y lamentablemente, la cosa no ha pasado y aunque con menos intensidad que hace unos días, sigue habiendo contagios y sigue habiendo muertes.
Su oportunismo insensible pone en riesgo lo conseguido. Me imagino lo que harían quienes han montado el circo del IFEMA, han pasado revista en la puerta del sol y han repartido pizzas y bocatas, si dependiese de ellos o ellas mantener la atención y vigilancia necesaria para que la pandemia no repunte.
Me indigna profundamente el mensaje que lanzan quienes organizan actos públicos multitudinarios y quienes se saltan el confinamiento y van de gira haciéndose fotos.
Es como algunos expresidentes que, con todo su séquito, se han ido a sus cortijos veraniegos o zascandilean por las calles en chandal.
Están incitando al personal a hacer lo mismo, a pasarse las normas por el forro. Vamos los mismo que líderes tan preclaros como Trump o Bolsonaro.
Esta gente, que así se comporta, que tan alegremente quiere pasar ya a la última fase de la desescalada, que quiere que la gente pueda moverse cuanto antes para ir a la playa, a sus segundas residencias, a los bares y hoteles, al fútbol y a los toros, a misas y procesiones…. nos falta al respeto a esa gran mayoría ciudadana que de manera responsable y solidaria, hemos cumplido estrictamente las normas y obligaciones que una pandemia como esta ha hecho necesarias.
Me suena a mucho cinismo, a indecente mentira, a interesado populismo, que argumenten derechos quienes convirtieron en papel mojado el derecho a la vivienda, el derecho al empleo digno, el derecho a una educación y sanidad públicas y universales y quienes consiguieron con sus políticas llevar a la pobreza al 20 % de la población.
Me da pena, mucha pena, que haya gente (demasiada desgraciadamente) que caiga en sus redes y «compre» esos mensajes.
O responsable, o ciudadano/a libre, o ser serio, o ser adulto/a.
Es la hora en la que nos toca ejercer nuestra responsabilidad, de demostrar el nivel individual que tenemos con lo colectivo, de decir, a cara descubierta, lo que somos.
Llega la desescalada, ayer vimos nuestras calles llenas de niños y niñas con sus papás y mamás. Desde mi ventana, porque se que sigue el confinamiento, porque soy consciente de que sigue habiendo riesgo, vi mi calle. Y vi a una gran mayoría de gente cumpliendo las normas, niños y niñas en grupos máximos de 3 acompañados/as por una persona adulta.
Pero también vi una minoría de irresponsables paseando en grupetes, charlando como si ya no fuese con ellos o ellas la cosa.
Ya se, me dicen, que es una mayoría la que cumple y que solo es una minoría la que se pasa las cosas por donde les da la gana. Ya, ya lo se. Millones de pilas se tiran a los contenedores, pero alguna se tira al río y esa única pila en el río contamina miles y miles de litros de agua que afectan a la fauna del río y a las huertas que riegan con sus aguas.
No me sirve la excusa de que solo son unos/as pocos/as. Me da vergüenza, y pena. No voy a caer en ser la inquisición desde mi ventana, ni mucho menos voy a pedir un/a policía en cada puerta. estas cosas solo funcionan con la colaboración y la asunción de la responsabilidad colectiva.
Necesitamos responsabilidad, mucha responsabilidad y pedagogía, mucha pedagogía, y paciencia, mucha paciencia, con esta cuadrilla, por muy minoritaria que sea, de irresponsables e insensatos/as.
Se está pidiendo la desescalada, la relajación de las medidas de confinamiento. Cierto, puede haber llegado la hora. Parece que, aunque se culpe de todo al Gobierno, las medidas adoptadas han conseguido frenar la pandemia y sentar las bases para que podamos volver a salir a la calle.
Salgamos, pero asumamos que, a partir de ahora, la responsabilidad es nuestra, es individual de cada uno y cada una.
Hasta ahora era fácil ser obediente. No había responsabilidad individual. Lo vivido ayer, y los minoritarios casos de sanciones y multas de todos estos días, demuestran que hay gente que no entiende lo colectivo, que no asume que incumpliendo las normas del confinamiento no solo se pone en riesgo él o ella, sino que pone en riesgo a los y las demás, empezando por sus propios/as hijos/as. Esta gente sabe obedecer. Cumple normas por la amenaza de sanción, no por comprensión del problema y mucho menos sabe entender. Tampoco sabe comprender, ni sabe ser miembro de una colectividad.
La desescalada que viene nos va a situar a cada uno y cada una ante nuestra propia responsabilidad. Nosotros y nosotras decidimos. Ahora ya no vale eso de echar la culpa al gobierno.
Se trata de ser mayores. De saber que, si no hacemos las cosas como hay que hacerlas, estaremos poniendo alfombras al puñetero bicho y estaremos echando por tierra todo lo conseguido en estos largos días de confinamiento.
Ese es el mantra sistemático y reiterado que nos sirven estos días desde las cavernas mediáticas de la derecha, desde las redes sociales convertidas en jungla por la que campa el facherío y por buena parte de la fauna tertuliana.
Es recurrente hablar de un “gobierno de salvación nacional”, acompañado de que este Gobierno no sabe bien a donde va, de una presunta falta de liderazgo de Sánchez, de división en el Gobierno y de un utilizar indecentemente el drama de las muertes y de la epidemia causada por el COVID 19.
Sería ya tiempo y momento de que toda esta gente que quiere un nuevo gobierno diga qué es lo que van a hacer si consiguen derribar al que tenemos. ¿Qué medidas tomarían?, ya sabemos lo de los crespones en las banderas a media hasta, los minutos de silencio y los homenajes. Pero…. ¿algo más?, ¿saben lo que hay que hacer?, ¿alguna propuesta?.
Uno, quizá por aquello de la experiencia que dan los años, empieza a pensar que lo que de verdad quieren es reventar un Gobierno en el que está Unidas Podemos. Sus estrategas han diseñado la ruta, primero hacemos que el PSOE rompa su alianza con la izquierda, le ofrecemos estabilidad y sentido común y salvamos el país. Saben, espero que Sánchez y el PSOE también, que si rompen la coalición el PSOE queda en sus manos, recuperan el control. Luego tumban a Sánchez y buscan un/a candidato/a de consenso, vamos que le parezca bien a PP, Vox y Ciudadanos que tienen en el lazo al PSOE y, una vez rematada la faena, llegan a un acuerdo en medidas económicas que le venga bien al IBEX, a la banca y a las grandes fortunas.
Dicho esto, creo que el Gobierno a pesar de sus errores, reconocidos públicamente, está gobernando. Es verdad que hay medidas que hubieran podido tomarse antes, es verdad que algunas cosas pueden ser mejorables, pero lo cierto es que han asumido su responsabilidad y están gobernando, están tomando decisiones.
Y es verdad, también, que aunque haya carencias, las decisiones tomadas, además de las que intentan resolver la emergencia sanitaria, están dirigidas a resolver en lo posible el drama económico, social y personal derivado de la tormenta sobre el empleo y la actividad productiva que ha supuesto la pandemia.
Se invoca también, como signo de debilidad del gobierno, las discrepancias que se observan entre PSOE y Unidas Podemos. Es e vidente que hay discrepancias y, como es normal y razonable, esas discrepancias se debaten. Esto no es una debilidad, sino democracia pura, algo que no entiende la derecha. Hay visiones distintas sobre un problema o sobre una medida a tomar por eso tiene que haber debate aunque, a veces, sea duro y tenso. Lo importante, lo que da ejemplo de Gobierno, es que tras el debate se toma una decisión y se acepta y defiende por el conjunto del Gobierno. A mí me preocupa más que no haya debate en los consejos de ministros/as y se aplauda y asuma simplemente lo que dice el jefe. Creo que es de muy bajo nivel democrático criticar el debate. Me parecería criticable, y sería el primero en decirlo, que no haya unidad de acción tras el debate.
Lo que veo, con más claridad cada día, es que las derechas, la patronal, el IBEX 35 y hasta la Iglesia lo que piden, incluso dando un golpe de estado si hace falta, es que salga Unidas Podemos del Gobierno.
Ya se que la izquierda, Unidas Podemos, tiene que pelear con todas las contradicciones que supone compartir un Gobierno en el que está Nadia Calviño, defensora de la política liberal que marca Bruselas y que no le parece nada mal a Pedro Sánchez, ni a destacados barones socialistas, ni a la troika, ni al IBEX 35, ni a las grandes fortunas. Pero eso ya lo sabíamos cuando se decidió entrar a formar parte del Gobierno. Afortunadamente ahí estamos y, aún a costa, de fuertes debates, estamos ayudando a que esta crisis tenga una cara más amable y social para la mayoría de este país.
Cuidado, no vaya a ser que esa gente que confunde ser la parte minoritaria de un gobierno minoritario (no tiene mayoría en el Congreso), con haber tomado el palacio de invierno, sin darse cuenta, acabe ayudando al desgaste del gobierno que busca la derecha.
Hace 89 años que se proclamó la II República en España. Hoy es un día para rendir homenaje a quienes creyeron en el futuro y lucharon por la igualdad, la justicia y la libertad. La II República hizo realidad un sueño: un país capaz de ser mejor, de ser justo, de ser solidario, de ser democrático.
Quienes defendemos una España Republicana mantenemos el compromiso de lucha por la democracia y la modernidad, por la libertad y la justicia, por el progreso y la igualdad, por los derechos de todos y todas. Seguimos luchando por los valores republicanos y por una sociedad mejor, más libre y más justa. Seguimos luchando por el futuro
Fueron miles y miles de aragoneses y aragonesas quienes celebraron el 14 de Abril de 1931 como un día alegre y saludaron y apoyaron un nuevo sistema político democrático, basado en los principios de la igualdad, la solidaridad y la Libertad. Reivindicamos esa memoria que hoy, igual que ayer, es sistemáticamente negada. La derecha, en Aragón y en Madrid, no quiere recuperar la memoria y la dignidad de quienes defendieron la Constitución, la Libertad y la Democracia.
La II República, y quienes la defendieron, tienen derecho a existir y a formar parte de la historia democrática de este país. Es una deuda que tenemos con ellos y con ellas y es una deuda que tenemos que saldar.
Hoy, y la dramática situación que vivimos lo pone en evidencia, son más necesarios que nunca los valores republicanos. Solamente habrá una salida social si son los valores de la fraternidad, de la solidaridad, de la igualdad y de la justicia los que dirigen la acción pública, la acción política y la acción social.
República no es sólo el debate sobre lo absurdo de una monarquía, por otra parte impuesta por una dictadura y claramente corrupta, o lo democrático de la elección de la Jefatura del Estado. República es un sistema avanzado de democracia, justicia y libertad. Cuando defendemos los valores republicanos apostamos por un Aragón, y un estado, más moderno, menos conservador y más emprendedor. Por un Aragón, y un estado laico, donde la identidad religiosa sea libremente desarrollada por cada individuo. Por un Aragón, y un estado, culto impulsando la educación y la cultura como elementos fundamentales para una sociedad crítica, libre y participativa. Por un Aragón, y un estado, igualitario, donde sea efectiva la redistribución de la riqueza, se universalicen los derechos sociales y ciudadanos y donde toda persona pueda ser libre porque tiene atendidas sus necesidades básicas como derecho de ciudadanía.
Pero sobre todo por un Aragón, y un estado, más democrático
Hoy, por primera vez, no saldré a la calle a manifestarme por la República, pero hoy, como siempre, pondré el himno republicano y como siempre, pero hoy más que nunca, gritaré ¡¡Salud y República¡¡