Este mes volveremos a recordar a la II República. Quiero, una vez más, recordar y homenajear a quienes creyeron en el futuro, a quienes lucharon por la igualdad, la justicia y la libertad, hace ya tantos años. La II República hizo realidad un sueño: un país capaz de ser mejor, de ser justo, de ser solidario, de ser democrático.
Seguramente, a medida que se aproxime el día 14, veremos a mucha gente con la bandera tricolor. A mí me gusta esa bandera y me alegra que ya no detengan a nadie por exhibirla, las veo incluso en actos políticos de algunas otras organizaciones, me complace ver que más organizaciones y partidos políticos se acuerdan de la República.
Pero eso no vale. No todos los que enarbolan banderas republicanas son de izquierdas. No es de izquierdas quien luce banderas tricolores mientras especula y vende suelo público sin rubor, mientras privatiza servicios públicos, mientras mantiene tropas en Afganistán, mientras firma reformas laborales que siguen abaratando el despido y rebajando cotizaciones a las Etts. Mientras firma ERE tras ERE aunque las empresas no tengan pérdidas.
Esta afirmación, que debería ser una obviedad, es necesario recordarla en tiempos de crisis porque, con la excusa de la falta de «mercado», de la falta de «ventas», del exceso de «stocks», se justifican los despidos, no se renuevan los contratos temporales o se presenta un Expediente de Regulación de Empleo (ERE).

Insistimos, una vez más, en exigir al Gobierno de Rodríguez Zapatero actuaciones claras y decididas para garantizar el suministro eléctrico con criterios de servicio básico y precio social, especialmente en unos momentos de crisis socio-económica como los que vivimos.
En el pasado Pleno celebrado en Las Cortes de Aragón defendí una moción sobre vivienda que, finalmente, tras la negociación que se produjo con los grupos parlamentarios, quedó redactada así:
Empecé con un saludo al Comité de Empresa de La Bella Easo, presente en el acto, y con un saludo a los trabajadores y trabajadoras de Alumalsa, Tudor, Opel, Casting Ros,… y de todas aquellas otras que viven EREs que también estaban en la sala
Nos han llamado «cenizos» porque no hacemos lo que los demás, porque no saltamos de alegría ante lo que significa el desembarco en Ontiñena de ese macroproyecto de juego, ocio y relax que llaman Gran Scala.
En enero de 1979, recién aprobada nuestra Constitución, se firmaron unos acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede que forman lo que se conoce como Concordato con la Iglesia Católica. Este acuerdo, en teoría, sustituía al que firmó el régimen franquista en 1953 mediante el cual España se definía como «una Monarquía tradicional, católica, social y representativa que considera un honor el acatamiento de la Ley de Dios según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional». En 1953, con Franco necesitado de reconocimiento internacional y con el Estado gobernado por una dictadura fascista, era entendible. En 1979, con la restauración de la democracia y con la Constitución que diseña un estado aconfesional, no estaba justificado el Concordato.